Semblanzas

El objetivo de esta sección es reconstruir detalles biográficos sobre personas que marcaron la diferencia en la dinámica institucional. Ojalá tengamos la fortuna de tener acceso a suficiente información para hacer honor a sus loables esfuerzos. Para ello, contamos con el valioso aporte de los macarinos.

HOMENAJE PÓSTUMO AL PROFESOR LUIS FERMÍN de parte de la Asociación de Profesores de El Mácaro, Jubilados y Pensionados (APEM-JUPEN).
LUIS FERMÍN… SU HUELLA EN UNA GENERACIÓN
Palabras en el Homenaje Póstumo al Profesor Luis Fermín, organizado por la Asociación de Profesores de El Mácaro, Jubilados y Pensionados, APEM-JUPEN
Por: TULIA MORIYÓN MOJICA
Un autor cuyo nombre no alcanzo a recodar dijo: “La vida es siempre corta; la única habilidad loable es hacerla más ancha” Y precisamente “ancha” ha sido la vida de nuestro querido maestro LUIS FERMÍN. Ancha por la significación de los acontecimientos de los que fue protagonista o participante; ancha por la importancia de su acción en el contexto de la educación de Venezuela y Latinoamérica; ancha por su manera de interrelacionarse consigo mismo, con el mundo y con los demás; ancha por la profundidad de su huella en quienes tuvimos la dicha y el honor de trabajar liderados por él.
Precisamente de eso se trata mi aporte a su semblanza, el cual he titulado. Luis Fermín…su huella en una generación.
Me refiero a la generación macarina de las décadas del 60 y del 70, a la que pertenecemos la mayoría de los profesores jubilados que nos encontramos hoy aquí y muchos otros que, por diversas circunstancias, sólo pudieron enviar sus corazones para acompañarnos. Una generación que, sin duda, ha construido caminos en la historia de nuestra institución, pero que, también sin duda, encontró inspiración y empuje en la pisada y en la huella de Luis Fermín.
Para ese entonces, éramos cronológicamente jóvenes, llenos de expectativas, de sueños… algunos ya estaban vinculados con la “ruralidad”, por preparación y experiencia; otros, como en mi caso, aún cursábamos estudios universitarios y poco sabíamos de la educación rural…pero en todos estaba muy marcado el deseo… ya de aprender y penetrar en el mundo de la educación rural… ya de profundizar y buscar nuevas y cada vez más creativas rutas que ofrecer. Todos, con vocación de maestros y ávidos de compartir, en el aula de clase, en los talleres, a través de materiales educativos y de literatura infantil, o en la planificación y administración institucional, todo el equipaje que traíamos y el que iríamos adquiriendo con el correr de los años.
No podíamos encontrar mejor tierra para sembrar ni mejor director de cultivo. Era “El Mácaro” de Don Luis Fermín –usada la preposición “de” no en sentido de propiedad arbitraria, egoísta… sino de legítima pertenencia concedida por quienes conocen la historia de esta institución. Pues, para Venezuela y América Latina, hablar de “El Mácaro” es también hablar de Luis Fermín, como hablar de Luis Fermín siempre fue, es y será hablar de “El Mácaro”.
La pisada de Luis Fermín
Cualquier diccionario podría decirnos que las pisadas son las “impresiones o imágenes que deja detrás una persona que camina o corre” y nos daría cuenta de los diferentes tipos de pisadas: pronadoras, supinadoras, neutras. De todas ellas fuimos testigos, en Luis Fermín, los integrantes de esta generación. De las pronadoras, para adaptarse a todo tipo de terreno, a todo tipo de situación, a todo tipo de circunstancia. De las supinadoras, para salvar obstáculos, para enfrentar dificultades, para superar escollos. De las neutras, cuando era menester caminar en línea recta, sin desvíos, sin conceder tregua, sin negociar. Todas ellas, sin desmedro de su elegancia, de su carácter, de su talante, de su don de gente, de su sapiencia, de su dignidad.
Todos conocimos las firmes pisadas del Profesor Luis Fermín. Y fuimos terreno blando en el que quedaron para siempre las impresiones de esas pisadas que, en conjunto, se hicieron huellas, profundas y duraderas, de una forma de vida, de una forma de ser humano, de una forma de ser ciudadano, de una forma de ser maestro, de una forma de conducción y liderazgo, que sin ningún género de duda impactaron y matizaron nuestras vidas y el ejercicio de nuestra profesión.
La huella de Luis Fermín
“No busco honores. No quiero ser líder. Sólo quiero compartir lo que he encontrado y mostrar esos nuevos horizontes”
Estas palabras de Richard Bach, en Juan Salvador Gaviota, que entrañan sabiduría y humildad, me ayudan a describir la huella de Luis Fermín en nuestra generación. Porque esta huella nace no sólo del decir sino del hacer; nace no sólo de la lección sino del ejemplo. Nace, sobre todo de la coherencia entre el pensamiento, el sentimiento, la palabra y la acción.
Mucho aprendizaje obtuvimos de esa coherencia y cada uno de nosotros decidió la medida en que la que éste se reflejaría, desde aquellos tiempos y hasta el presente, en nuestro diario actuar.
Decía Luis Fermín: “Un buen maestro tiene una imagen impecable y conserva su lugar de trabajo en óptimo estado” y sentaba cátedra con su imagen y su caballerosidad. Pulcro, elegantemente trajeado, causando admiración mientras caminaba desde la entrañable “Casita” hasta la Dirección, o recorría los pasillos e instalaciones de la Institución, comprobando que también las paredes, pisos y muebles estuviesen igual de impecables. Sólo verlo pasar sus dedos por el quicio de una ventana, ponía en movimiento a nuestro hacendoso personal laboral. “Profesor, es que yo esa parte sólo la medio limpié”, fue en alguna oportunidad una excusa esgrimida. A lo que nuestro Director respondió, con su firmeza permeada de afabilidad y sentido del humor: “¿Y es que acaso yo a usted le medio pago?” Suficiente para que los colores subieran al rostro y se instalara en el corazón esa incómoda sensación de haberle fallado a quien no lo merecía.
“Un buen maestro es cumplidor, puntual y responsable”. Y él era el primero en llegar a las actividades convocadas, con su parte de la tarea hecha y siempre dispuesto a asumir -no sólo distribuir- responsabilidades. “Si una reunión es convocada para las ocho de la mañana, no tienen que estar a cinco para las ocho, pero tampoco pueden llegar a las ocho y cinco” -nos decía. Y su mirada bondadosa, pero firme, nos removía la fibra de la vergüenza, con la suficiente fuerza para no querer llegar tarde nunca más. Así, y de muchas otras formas, nos inculcó el importante valor de la autodisciplina, porque, como él mismo decía “es imposible dirigir personas si usted no puede dirigirse a sí mismo”. De igual forma, nos conminaba, con el ejemplo y la palabra, a cumplir con lo asignado y aún más allá, motivándonos siempre a la creatividad, a la investigación y a la búsqueda de la excelencia…como excelente fue siempre su gestión.
“Un buen maestro tiene que ganarse el respeto y tiene que saber respetar”, nos enseñó Luis Fermín a quien cada uno de nosotros siente y respeta como un hombre, como un maestro, como un líder excepcional, a veces hasta un poquito padre; y siempre el amigo en quien buscar una idea, un consejo, un apoyo, una manifestación de afecto. Todo el personal docente, administrativo, laboral de esa generación recuerda su carisma, su capacidad para atraernos y conducir nuestra acción hacia los objetivos institucionales, basado siempre en el respeto y la confianza. Con sus acostumbradas frases “Usted puede”, “Sé que logrará el objetivo”, “Esfuércese un poco más”, “Excelente resultado”, “¿Vio que valía la pena?”, “Estoy orgulloso de su trabajo”, “Yo no creo en la casualidad; creo en la lucha del hombre por lograr sus objetivos”…y tantas más expresadas con ese “usted” que nunca generó distancia, nos llenaba de seguridad en nosotros mismos y nos demostraba que el estímulo oportuno es siempre más útil que una orden o un reclamo. Aunque éstos no faltaran cuando era necesario. Firmeza amable, afecto exigente, cercanía respetuosa… siempre inspiración, Don Luis Fermín.
“Un buen maestro se sabe comunicar”. Y lo decía un hombre de verbo fácil, claro, directo, convincente, ajustado al momento, al lugar, al interlocutor. Un gran conversador. Lo decía un maestro de didáctica palabra, un jefe con autoridad y don de mando, pero generoso, amable, franco, sensible, tolerante y abierto en su interacción con los demás. “¿Cómo se siente?”, “¿Qué tal sigue su hijo?”, “¿Cómo van los estudios?”, “¿Qué tal pasó la navidad?”, “¿Usted qué opina?”, “¿Cuál es su versión?”, “¿Cómo podemos solventar esta situación?”… infinidad de gestos, de miradas, de preguntas que generaban, en los dirigidos, no sólo cercanía y conexión humana, sino, además, la siempre estimulante sensación de ser escuchados, reconocidos, incluidos.
“Un buen maestro se identifica y compromete con su institución”, decía y demostraba el profesor Luis Fermín. Constructor de gran e importante parte de la historia de esta Institución, nuestro eterno Director fue también gestor de lo que se ha denominado “espíritu macarino”, por su total identificación y profundo compromiso con este Centro formador de maestros. Él nos enseñó a anteponer el bien institucional a los intereses personales, creando un clima organizacional, en el que las diferencias individuales, de cualquier naturaleza, quedaban al margen del trabajo. En el que personas que, por alguna circunstancia, podían estar distanciadas, laboraban codo a codo, como los mejores amigos, en aras del cumplimiento de los objetivos institucionales. Nos enseñó a amar, a defender y a comprometernos con “El Mácaro”, con su esencia y con el día a día de su existencia. Nos instó a representarlo dignamente, al punto de que la presencia de “El Mácaro” en cualquier contexto, evento o situación fuese sinónimo de excelencia. Nos insufló la mística macarina, a tal grado, que como él mismo lo ejemplarizó, la condición de jubilado de esta institución jamás ha sido sinónimo de retiro, desapego o inacción.
Resulta interminable la lista de aprendizajes generados por Don Luis Fermín, no sólo en la generación macarina de los 60 y 70, sino en otras posteriores y en infinidad de docentes venezolanos y latinoamericanos que tuvieron la suerte de conocerlo y apreciar su condición humana, su vocación por el magisterio, su liderazgo, su relación comprometida con este Instituto y con la Educación Rural. Pero es corto el tiempo y va llegando el momento de concluir. Para ello, quiero atreverme, aún a riesgo de resultar irreverente, a parafrasear unas hermosas palabras que nuestro Libertador Simón Bolívar le dedicara a su insigne Maestro, Simón Rodríguez:
Usted, maestro nuestro, “no puede figurarse cuán hondamente se han grabado en nuestros corazones las lecciones que usted nos dio. No podremos jamás olvidar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted nos regaló
Ahora, Luis Fermín ha dejado de caminar físicamente a nuestro lado, pero sus huellas seguirán siendo evidencia de sus pisadas; y ellas, la evidencia de su existencia en nosotros y en esta querida institución.
Que su alma buena descanse en paz, querido profesor Fermín.

El Mácaro, 27 de mayo de 2015

6 respuestas a Semblanzas

  1. Nicolás Ramón Hernández. dijo:

    EL MÁCARO
    (A la Escuela Granja Experimental “El Mácaro”)
    Como un macarino de pura cepa, puedo decir que…
    …Nunca cerraste las puertas a los niños que necesitaban aprender a leer y a escribir.
    …Nunca olvidaste a aquellos que buscaron tu apoyo para recibir de ti la educación.
    …Le brindaste a la humanidad tu buena hospitalidad.
    …Allí se encontraban a diario muchos compatriotas educadores; así como también personajes del mismo ramo que venían de países hermanos.
    Puedo decirte Mácaro, que eres hermoso y espacioso y es por eso que te recuerdo y por siempre te recordaré.
    Hoy he decidido escribirte unos versos dedicados a ti Mácaro de antaño sin menospreciar a ese Mácaro de hoy.
    Versos escritos que interpretan los bellos momentos que viví durante mi estadía como alumno externo, seminterno e interno desde una pequeña porción de la década de los 50’s hasta el año 1.960 cuando recibí esa gran oportunidad de estudiar Educación Primaria en la Escuela Normal Gervasio Rubio, en Rubio EstadoTáchira.

    I
    Tiempo aquel que ya se fue
    tiempo aquel que ya pasó
    Mácaro de hoy en mi pecho te tendré
    como El Mácaro de antaño que me vio.
    II
    Trataré de recordarte
    todo lo que fuiste ayer
    y sin poderte olvidarte
    yo te haré reverdecer.
    III
    Existían las comisiones
    con demasiada entereza
    de allí nacían las razones
    para hacerte la limpieza.
    IV
    Un autobús marca Reo
    era el que nos transportaba
    siempre nos dejaba feo
    cuando este se accidentaba.
    V
    Aquella roja sirena
    su sonido era el timbre nuestro
    para cumplir las faenas
    que indicaban los maestros.
    VI
    Al campo de Agricultura
    nos íbamos a trabajar
    en una faena dura
    al maíz descosechar.
    VII
    La faena fue cumplida
    sin tener ninguna prisa,
    pero luego fue suplida
    por legumbres y hortalizas.
    VIII
    Las pollas y las gallinas
    iban a sus ponederos
    y eran de razas muy finas
    la de estos gallineros.
    IX
    Eran muy lindos gazapos
    los de aquellas conejeras
    mientras que unos bellos patos
    nadaban en la patera.
    X
    Esos regordos lechones
    criados en las porquerizas.
    con muchas complicaciones
    del hombre que los revisa.
    XI
    Los Samanes era un parque
    y a su lado el comedor,
    pero existía en otra parte
    el bello Parque Exterior.
    XII
    Cerca del Parque Exterior
    estaban las direcciones
    y un extenso corredor
    adornados con sillones.
    XII
    Aquellos viejos salones
    del trabajo rutinario
    para aprender las lecciones
    de nuestros libros primarios.
    XIV
    Existía un gran salón
    que era el de manualidades
    donde estaba la emoción
    de hacer especialidades.
    XV
    Dormitorios espaciosos
    donde los alumnos dormían
    con un roncar escandaloso
    que ni ellos mismos sentían.
    XVI
    Al teatro como ninguno
    en sus días de esplendor
    nos divertían los alumnos
    bailando nuestro folklore.
    XVII
    Del piano que allí existía
    notas no sabía sacarle
    y muy pocas de ellas se oían
    en los actos culturales.
    XVIII
    Siempre estaban muy frondosas
    las matas de Semerucas
    con sus frutitas jugosas
    que a todos los alumnos gusta.
    XIX
    Había mucho abejorreo
    en el apiario mayor
    con su guasa y su jaleo
    castraba el apicultor.
    XX
    A El Mácaro de ayer
    le agradezco su enseñanza
    por lo que pude aprender
    yo le doy mis alabanzas.
    XXI
    Te quiero con gran cariño
    y te llevaré en mi mente
    antes aprendía de ti los niños
    hoy aprenden de ti los docentes.

    Nicolás R. Hernández.
    1.972

  2. Nicolás Ramón Hernández. dijo:

    PROSAS DE UN MACARINO A UN MÁCARO DE ANTAÑO
    Ese fue mi ayer, un ayer que se marchó llevándose mis recuerdos, esos miles de recuerdos vividos en ese Mácaro de antaño. Días de un ayer que se perdieron en un horizonte lejano, donde ese tiempo ido se marchó llevándose consigo lo bello de aquel entonces, como fueron los recuerdos de infancia que nacieron de un muchacho travieso, quien recibió el cobijo acunándolo en su seno, mientras realizaba sus estudios de educación primaria.
    Ese muchacho travieso de quien hablo soy yo “Nicolás”
    Los recuerdos no nos abandonan como lo hace la gente, pero ese ayer me abandonó sin despedirse llevándose un glorioso pasado que se marchó al lado del tiempo lastimero.
    Glorioso pasado ido, que resalto con la más profunda nostalgia, ya que dejó en mi ser, sus estelas y sus caricias que jamás volverán, pero que tampoco morirán jamás mientras yo recuerde esos momentos vividos.
    Son recuerdos de mi ayer juvenil con travesuras e inquietudes de un muchacho que seguía su ruta estudiantil en El Mácaro de aquel entonces, al que hoy recuerdo con mucho cariño y en donde se resaltaban mis labores estudiantiles, que a diario le asignaban a aquel grupo de muchachos; ese inolvidable y noble maestro.
    Aquellos maestros que a través de los años no he olvidado y que con sus enseñanzas dejaron dentro de mí, profundas huellas de cariño y un bello aprendizaje que en el futuro sería para mí de bienestar en el quehacer cotidiano como hombre de fe y esperanza.
    Educadores en la Escuela Granja Experimental “El Mácaro”
    ¡A mundo! Como recuerdo a mis maestros y como dejaré de olvidarlos, si sus nombres con su enseñanza enaltecieron la bondad, el apego y la querencia del don de ser un Maestro de Educación Primaria y es por esta razón que nombro a: El Prof. Luis Fermín como el Director por muchos años de esta casa de estudios, a Potino Calanche Brito (Subdirector transitorio) y a Pastor Almario (Subdirector). A los educadores Alicia Román, Andrés Eloy León Moratinos, Anell Torrealba, Aurelio Sánchez, Carlos Escalante, Carlos Fermín (Pescuecito), Carlos Herrera, Cástor Echezuría, Edelmira Soto (Economía Doméstica), Adrián Aquiles Lares, Edicto Torres (Profesor de Manualidades), Félix Tortolero, Gonzalo González, Graciela Deus, Hernán Mujica, Jesús Enrique Pantoja, José Clemente Páez Méndez, José Francisco Campos, José Gil Cobos, Juan Eliseo Páez, Luis Eduardo González , Luis Hernández, Manuela Flores de Rodríguez, Omaira Contreras, Pedro Herrera, Pedro Pablo Alvarado, Rafael Antonio Sanabria, Rafael Emigdio Rodríguez, Rosalía Peralta, Sara Tellechea, Yolanda Bello García de Hernández, Marcelo Rodríguez (Maestro de Apicultura), Carmen de Magallanes (Enfermera),mientras que Raúl Celis (Veneno), y Julio Acevedo, eran los maestros auxiliares de Guardias.
    Dejé esta bella institución en el año escolar 1958-59, pero regreso nuevamente a ella como alumno interno en el año escolar 1959-1960
    Mácaro de mis querencias, aún recuerdo el sonido de tu roja sirena que marcaba las pautas en su ulular para anunciar en sus llamadas el comienzo o el final de las jornadas del día. Su sonido se confundía con la algarabía de los alumnos que se encontraban en formación en el extenso Parque de Los Samanes, pero también cuando nos encontrábamos en los salones o en el campo de agricultura.
    Recuerdo de un ayer cuando solo era un chiquillo y que hoy se me presentan para recordar ese momento de mi infancia, cuando alegremente aquellos frondosos árboles deleitaban con sus sombras a los maestros y alumnos que merodeaban por el Parque Interior en donde se escuchaban en una forma alegre, amena y placentera los cantos escolares aunados a los bulliciosos juegos infantiles o el ir y venir del alumnado en el Parque Exterior.
    Recuerdos de mi ayer juvenil que me han llegado y que no los puedo evitar, ya que fueron inolvidables momentos vividos cuando con mis amigos jugaba con las metras que para ese entonces fueron nombradas “Cincuenta y tres”, la riña, el rayo, el hoyitos, la pepa y palmo. Estas metras “Cincuenta y tres”, hicieron eco en la muchachada en aquella inolvidable época.
    La nostalgia me envuelve cuando recuerdo aquel Parque Exterior con sus inmensas matas de caobas, donde me divertía con mis compañeros correteando como chiquillo travieso jugando la “Ere”. Esa era un área de diversión como también lo eran El Parque de los Samanes y el parque Interior y que utilizábamos en los momentos de recreo dado por nuestros maestros e indicados por aquella roja sirena con ese sonido, que hoy se ha perdido en el tiempo y la distancia.
    Mis compañeros de estudios en la Escuela Granja Experimental “El Mácaro”
    En esta institución me inicié como alumno externo en la escuelita anexa, de esta escuelita pasé a la Escuela Granja Experimental como semi-interno y por último como alumno interno.
    Estos fueron algunos de mis compañeros de estudios: Miguel Ángel Silva, Víctor Tablante (Jabalí), Imelda Velásquez, Marcial Velásquez (Paco), Isabel Teresa Velásquez, Amílcar Gamero (Mil caramelos), José Torres, Carmen Nava, Bernardo Hurtado, Luis Omar Cuevas, Carlos Luis Heredia, Ángel Alfonso Araque (El grifo), Gustavo Alfonso, Maximino Alfonso, Blanca Levy, Héctor Mirelles, Dionisio Ochoa (El araguato), Domingo Herrera (Barriga e’ mapa), Enrique Daboin Rojas, Félix Gilberto Narváez, Félix Romero (El brujo), Francisco Leal (1.500), Julio Montes, Franklin Gustavo Ledesma, José Augusto Escobar, José Juan Rueda, José Vicente García (Cadetanga), José Vicente Matute, Juan Pedro Claret (Chi claró), Leonor Ascanio, Ángel Aroldo Villegas (Frasco e’ leche), Eleuteria Urbano, Ernesto Anzola, Leopoldo Rodríguez, Magdalena Villegas, Martín Segovia, María de las Mercedes Manrique, María Ernestina Muñoz Hernández, Ana García, Maura Soto, Oscar Roa, Sandra Pérez, Teresa Belluda, Pedro Clímaco Montañés, Salomón Gasía, Víctor Véliz, María Véliz, Victoria Morales, Félix Alvarado, Luis Gallardo, Nelson Álvarez, Guido Mora, José Cabral, Tiburcio Coronado (Pan de avena), Félix Coronado (El zorro), Ramón, Mudarra, Oswaldo Perozo, Elsa Villegas, Eudelio Conde, Santiago Álvarez, Jesús (Chucho) Requena, Cipriano Umanés, Carlos Márquez, Jesús María Alayón, Gandul Guillermo González, Modesto Alvia (Gallinita), Ángel Suárez (Muñeco), Pedro Parra (Echenaguille), José de los Santos Gamarra (Negrín) Cristina Aguirre (Bizcocha), Fernando Laya (El gato), Pedro Reyes (La yegua), Eulogio Graterol (La vieja), Jesús María Torres (Chuma), Francisco Tesorero, Rubén Torrealba, Gladys García, Ana García, Edward García, Wilmer García, Mario Echenagucia, Martín Reinaldo Campos (Muchachito, muchachito), José Misle, Domingo Garcés, Ricardo Ferrer, José Rojas, María Puerta, Urseliano Puerta, Orlando Fernández, y Francisco Visconti, entre otros.
    Les informo a mis lectores que muchos años después Orlando Fernández sería el Gobernador del Estado Lara y Francisco Visconti sería un General de la República que actualmente se encuentra en el exilio debido al intento y fallidlo golpe en contra del Presidente Hugo R. Chávez Frías.
    Como pasan los años y aún a la edad que poseo (70), recuerdo a ese Mácaro de antier, puesto que aún lo llevo dentro de mi corazón; ya que son muchos los pasajes que se fueron con el tiempo, pero la institución está allí, no como antes, pero está allí, esperando la visita de aquellos que un día llenaron con su presencia sus aulas de clases en “Educación Primaria”.
    Continuo remontándome en ese precioso e inolvidable tiempo y convertirlo en el presente, para que lleguen hasta mis oídos los cantos escolares en las voces de las niñas que en formación unas y otras dos con los brazos en alto formando así, un especie de arco, para iniciar un juego donde se dejaba escuchar parte de un canto.
    “A la víbora de la mar
    por aquí podrán pasar
    las de adelante corren mucho
    y las a atrás se quedarán”
    Pensando, voy recorriendo visualmente a aquellos momentos vividos en el Parque Interior donde podía divisar a otro grupo de niñas que formando un círculo colocaban sus manos detrás para simular que cada una de ellas escondía una sortija, que debía ser encontraba por otra niña que le daba vueltas por la parte exterior al círculo, pero solo una de ellas tenía la sortija en su manos. Luego la niña que rondaba fuera del círculo trataba de encontrar la preciada sortija, cuando iba tanteando las manos cerradas de cada una de sus compañeras mientras cantaba y se dejaba oír parte de una canción que decía así:
    Máquina zurcí,
    máquina zurza
    dame la sortija,
    dame la sortija
    que en tus manos está
    “Si no me la das
    me pongo a llorar… etc
    Suspiro y vuelve a mi ese recuerdo inolvidable, cuando estas niñas cansadas de este juego, se prestaban a cambiarse a otros y en dulce voces se dejaba oír una parte de este canto:
    “Los pollos de mi cazuela”
    nos sirve para comer
    se le echa ají, cebolla
    y hojitas de laurel”
    O se escuchaba al fondo del parque a otro grupo de muchachas cantando:
    “Arroz con leche
    me quiero casar
    con una viudita
    de la capital.
    “Que sepa cocer
    que sepa bordar
    que guarde la mesa
    en su santo lugar”
    Me voy con mis recuerdos al Parque de Los Samanes, a jugar trompo o metras con mis compañeros de estudios. Después llegaba el esperado momento para colocarnos en formación para esperar la orden del maestro y/o maestra de guardia para pasar al comedor a tomar el tan esperado y suculento almuerzo.
    ¡Oh! Mi Mácaro de aquel tiempo, recuerdo mucho que se me hacía agua la boca cuando se me reflejaban en tus matas de Semerucas, las frutillas vestidas de rojo que indicaban que ya estaban maduritas y que invitaban al guloso y travieso muchacho a lanzar a escondidas una pequeña rama seca con el fin de desprender decenas de jugosas y cítricas frutillas de exquisito juego y que al brusco vaivén de la brisa las mecía para adornar la frondosidad y la bondad de un árbol generoso.
    Dibujo con la acuarela de la imaginación, aquel teatro que ya no existe, donde se hacían los actos culturales y de aquel viejo piano donde sus notas musicales no se oían, porque se marcharon en silencio debido a que sus teclas no hacían ya sus funciones debido a la vejez que las arropó.
    ¡Ah mundo! Cada día que se va, es un día lleno de recuerdos, recuerdos que se van; dejando estelas doradas que con el pasar de los años adquieren un valor imperecedero.
    También recuerdo aquella mata de tamarindo que estaba cerca del teatro y que junto a mis compañeros de estudio en las horas del recreo le lanzábamos pequeños trozos de leños para desprender el ácido fruto que nos hacía agua la boca, pero de momento en forma inesperada, se aparecía con dones de regaño el apicultor Marcelo Rodríguez para que dejáramos de lanzar a las ramas de ese árbol los trozos de leños secos, ya que podíamos tumbar los frutos que se encontraban en reproducción (jojotos) o aquellos que se encontraban en proceso de maduración (pintones) o aquellos que se encontraban verdes.
    Las figuras fantasmales de aquel tiempo me cobijan con sus recuerdos cuando llegan a mi mente y me rodean con sus lazos sentimentales con poses lastimeros, para que no me olvide de ese pasado que me regaló ese bello Mácaro del antier.
    Llegan a mi mente aquellas porquerizas donde se escuchaban los grandes berracos en procura de su hembra o la hembra recién parida amamantando a su decena de lechones.
    En las conejeras se podían ver las hembras madre llenas de hermosos gazapos.
    En el gallinero se podían observar las gallinas ponedoras que picoteaban bajo la sombra de los caujaros rojos y blancos que enseñaban su frondosa carga de insípidos y pegajosos frutos.
    En la patera con su piscina llena de patos, donde cada uno mostraba su pretencioso nado a la vista de todas aquellas personas que se detenían a presenciar la hermosura de la misma. Hoy día de esa patera solo queda el recuerdo silencioso y solitario de ese ayer que se llevó su esplendor y hermosura.
    En el apiario se escuchaba el constante abejorreo como invitando a que el apicultor con su técnica habitual sacara cuidadosamente de los panales, la melosa y deliciosa miel producto preparado después de un arduo trabajo realizado por miles de abejas obreras.
    El viejo autobús marca “Reo” con su color amarillo propio de un transporte escolar mostrando a su costado las iniciales M. E. N. (Ministerio de Educación Nacional), donde se veía muy orondo al chofer que siempre que lo conducía “Alfonso García Ceballos”.
    ¡Que tiempos aquellos! Tiempos de aquel Mácaro pasado que me cobijó con gran cariño durante casi toda mi Educación Primaria y en donde viví una gran parte de mi infancia traviesa, pero ese tiempo se fue para que hoy lo recordara por siempre y para siempre.
    Mácaro de mis recuerdos, te dejé porque me diste la oportunidad junto a todas esas valiosas herramientas que necesitaba para continuar con mis estudios para realizarme como Maestro de Educación Primaria en la Escuela Normal Gervasio Rubio, ubicada en Rubio estado Táchira, que por cuestiones del destino, esa normal fue cerrada y pasé con una beca de un mil doscientos bolívares (Bs.1.200,00) mensuales a la Escuela Normal Luis Alejandro Alvarado, ubicado en Cagua y en donde culminé mi carrera de Maestro Normalista en la promoción Egidio Montesinos en el año de 1.964.
    ¡Que tiempos aquellos! 1.953 – 1.960
    Nicolás R. Hernández.
    14 – 01 – 1999

  3. tmoriyon dijo:

    Mi aporte a esta sección del blog:
    LUIS FERMÍN…SU HUELLA EN UNA GENERACIÓN

    Palabras en el Homenaje Póstumo al Profesor Luis Fermín, organizado por la Asociación de Profesores de El Mácaro, Jubilados y Pensionados, APEM-JUPEN
    Por: TULIA MORIYÓN MOJICA

    Un autor cuyo nombre no alcanzo a recodar dijo: “La vida es siempre corta; la única habilidad loable es hacerla más ancha” Y precisamente “ancha” ha sido la vida de nuestro querido maestro LUIS FERMÍN. Ancha por la significación de los acontecimientos de los que fue protagonista o participante; ancha por la importancia de su acción en el contexto de la educación de Venezuela y Latinoamérica; ancha por su manera de interrelacionarse consigo mismo, con el mundo y con los demás; ancha por la profundidad de su huella en quienes tuvimos la dicha y el honor de trabajar liderados por él.
    Precisamente de eso se trata mi aporte a su semblanza, el cual he titulado. Luis Fermín…su huella en una generación.
    Me refiero a la generación macarina de las décadas del 60 y del 70, a la que pertenecemos la mayoría de los profesores jubilados que nos encontramos hoy aquí y muchos otros que, por diversas circunstancias, sólo pudieron enviar sus corazones para acompañarnos. Una generación que, sin duda, ha construido caminos en la historia de nuestra institución, pero que, también sin duda, encontró inspiración y empuje en la pisada y en la huella de Luis Fermín.
    Para ese entonces, éramos cronológicamente jóvenes, llenos de expectativas, de sueños… algunos ya estaban vinculados con la “ruralidad”, por preparación y experiencia; otros, como en mi caso, aún cursábamos estudios universitarios y poco sabíamos de la educación rural…pero en todos estaba muy marcado el deseo… ya de aprender y penetrar en el mundo de la educación rural… ya de profundizar y buscar nuevas y cada vez más creativas rutas que ofrecer. Todos, con vocación de maestros y ávidos de compartir, en el aula de clase, en los talleres, a través de materiales educativos y de literatura infantil, o en la planificación y administración institucional, todo el equipaje que traíamos y el que iríamos adquiriendo con el correr de los años.
    No podíamos encontrar mejor tierra para sembrar ni mejor director de cultivo. Era “El Mácaro” de Don Luis Fermín –usada la preposición “de” no en sentido de propiedad arbitraria, egoísta… sino de legítima pertenencia concedida por quienes conocen la historia de esta institución. Pues, para Venezuela y América Latina, hablar de “El Mácaro” es también hablar de Luis Fermín, como hablar de Luis Fermín siempre fue, es y será hablar de “El Mácaro”.
    La pisada de Luis Fermín
    Cualquier diccionario podría decirnos que las pisadas son las “impresiones o imágenes que deja detrás una persona que camina o corre” y nos daría cuenta de los diferentes tipos de pisadas: pronadoras, supinadoras, neutras. De todas ellas fuimos testigos, en Luis Fermín, los integrantes de esta generación. De las pronadoras, para adaptarse a todo tipo de terreno, a todo tipo de situación, a todo tipo de circunstancia. De las supinadoras, para salvar obstáculos, para enfrentar dificultades, para superar escollos. De las neutras, cuando era menester caminar en línea recta, sin desvíos, sin conceder tregua, sin negociar. Todas ellas, sin desmedro de su elegancia, de su carácter, de su talante, de su don de gente, de su sapiencia, de su dignidad.
    Todos conocimos las firmes pisadas del Profesor Luis Fermín. Y fuimos terreno blando en el que quedaron para siempre las impresiones de esas pisadas que, en conjunto, se hicieron huellas, profundas y duraderas, de una forma de vida, de una forma de ser humano, de una forma de ser ciudadano, de una forma de ser maestro, de una forma de conducción y liderazgo, que sin ningún género de duda impactaron y matizaron nuestras vidas y el ejercicio de nuestra profesión.
    La huella de Luis Fermín
    “No busco honores. No quiero ser líder. Sólo quiero compartir lo que he encontrado y mostrar esos nuevos horizontes”
    Estas palabras de Richard Bach, en Juan Salvador Gaviota, que entrañan sabiduría y humildad, me ayudan a describir la huella de Luis Fermín en nuestra generación. Porque esta huella nace no sólo del decir sino del hacer; nace no sólo de la lección sino del ejemplo. Nace, sobre todo de la coherencia entre el pensamiento, el sentimiento, la palabra y la acción.
    Mucho aprendizaje obtuvimos de esa coherencia y cada uno de nosotros decidió la medida en que la que éste se reflejaría, desde aquellos tiempos y hasta el presente, en nuestro diario actuar.
    Decía Luis Fermín: “Un buen maestro tiene una imagen impecable y conserva su lugar de trabajo en óptimo estado” y sentaba cátedra con su imagen y su caballerosidad. Pulcro, elegantemente trajeado, causando admiración mientras caminaba desde la entrañable “Casita” hasta la Dirección, o recorría los pasillos e instalaciones de la Institución, comprobando que también las paredes, pisos y muebles estuviesen igual de impecables. Sólo verlo pasar sus dedos por el quicio de una ventana, ponía en movimiento a nuestro hacendoso personal laboral. “Profesor, es que yo esa parte sólo la medio limpié”, fue en alguna oportunidad una excusa esgrimida. A lo que nuestro Director respondió, con su firmeza permeada de afabilidad y sentido del humor: “¿Y es que acaso yo a usted le medio pago?” Suficiente para que los colores subieran al rostro y se instalara en el corazón esa incómoda sensación de haberle fallado a quien no lo merecía.
    “Un buen maestro es cumplidor, puntual y responsable”. Y él era el primero en llegar a las actividades convocadas, con su parte de la tarea hecha y siempre dispuesto a asumir -no sólo distribuir- responsabilidades. “Si una reunión es convocada para las ocho de la mañana, no tienen que estar a cinco para las ocho, pero tampoco pueden llegar a las ocho y cinco” -nos decía. Y su mirada bondadosa, pero firme, nos removía la fibra de la vergüenza, con la suficiente fuerza para no querer llegar tarde nunca más. Así, y de muchas otras formas, nos inculcó el importante valor de la autodisciplina, porque, como él mismo decía “es imposible dirigir personas si usted no puede dirigirse a sí mismo”. De igual forma, nos conminaba, con el ejemplo y la palabra, a cumplir con lo asignado y aún más allá, motivándonos siempre a la creatividad, a la investigación y a la búsqueda de la excelencia…como excelente fue siempre su gestión.
    “Un buen maestro tiene que ganarse el respeto y tiene que saber respetar”, nos enseñó Luis Fermín a quien cada uno de nosotros siente y respeta como un hombre, como un maestro, como un líder excepcional, a veces hasta un poquito padre; y siempre el amigo en quien buscar una idea, un consejo, un apoyo, una manifestación de afecto. Todo el personal docente, administrativo, laboral de esa generación recuerda su carisma, su capacidad para atraernos y conducir nuestra acción hacia los objetivos institucionales, basado siempre en el respeto y la confianza. Con sus acostumbradas frases “Usted puede”, “Sé que logrará el objetivo”, “Esfuércese un poco más”, “Excelente resultado”, “¿Vio que valía la pena?”, “Estoy orgulloso de su trabajo”, “Yo no creo en la casualidad; creo en la lucha del hombre por lograr sus objetivos”…y tantas más expresadas con ese “usted” que nunca generó distancia, nos llenaba de seguridad en nosotros mismos y nos demostraba que el estímulo oportuno es siempre más útil que una orden o un reclamo. Aunque éstos no faltaran cuando era necesario. Firmeza amable, afecto exigente, cercanía respetuosa… siempre inspiración, Don Luis Fermín.
    “Un buen maestro se sabe comunicar”. Y lo decía un hombre de verbo fácil, claro, directo, convincente, ajustado al momento, al lugar, al interlocutor. Un gran conversador. Lo decía un maestro de didáctica palabra, un jefe con autoridad y don de mando, pero generoso, amable, franco, sensible, tolerante y abierto en su interacción con los demás. “¿Cómo se siente?”, “¿Qué tal sigue su hijo?”, “¿Cómo van los estudios?”, “¿Qué tal pasó la navidad?”, “¿Usted qué opina?”, “¿Cuál es su versión?”, “¿Cómo podemos solventar esta situación?”… infinidad de gestos, de miradas, de preguntas que generaban, en los dirigidos, no sólo cercanía y conexión humana, sino, además, la siempre estimulante sensación de ser escuchados, reconocidos, incluidos.
    “Un buen maestro se identifica y compromete con su institución”, decía y demostraba el profesor Luis Fermín. Constructor de gran e importante parte de la historia de esta Institución, nuestro eterno Director fue también gestor de lo que se ha denominado “espíritu macarino”, por su total identificación y profundo compromiso con este Centro formador de maestros. Él nos enseñó a anteponer el bien institucional a los intereses personales, creando un clima organizacional, en el que las diferencias individuales, de cualquier naturaleza, quedaban al margen del trabajo. En el que personas que, por alguna circunstancia, podían estar distanciadas, laboraban codo a codo, como los mejores amigos, en aras del cumplimiento de los objetivos institucionales. Nos enseñó a amar, a defender y a comprometernos con “El Mácaro”, con su esencia y con el día a día de su existencia. Nos instó a representarlo dignamente, al punto de que la presencia de “El Mácaro” en cualquier contexto, evento o situación fuese sinónimo de excelencia. Nos insufló la mística macarina, a tal grado, que como él mismo lo ejemplarizó, la condición de jubilado de esta institución jamás ha sido sinónimo de retiro, desapego o inacción.
    Resulta interminable la lista de aprendizajes generados por Don Luis Fermín, no sólo en la generación macarina de los 60 y 70, sino en otras posteriores y en infinidad de docentes venezolanos y latinoamericanos que tuvieron la suerte de conocerlo y apreciar su condición humana, su vocación por el magisterio, su liderazgo, su relación comprometida con este Instituto y con la Educación Rural. Pero es corto el tiempo y va llegando el momento de concluir. Para ello, quiero atreverme, aún a riesgo de resultar irreverente, a parafrasear unas hermosas palabras que nuestro Libertador Simón Bolívar le dedicara a su insigne Maestro, Simón Rodríguez:
    Usted, maestro nuestro, “no puede figurarse cuán hondamente se han grabado en nuestros corazones las lecciones que usted nos dio. No podremos jamás olvidar siquiera una coma de las grandes sentencias que usted nos regaló
    Ahora, Luis Fermín ha dejado de caminar físicamente a nuestro lado, pero sus huellas seguirán siendo evidencia de sus pisadas; y ellas, la evidencia de su existencia en nosotros y en esta querida institución.
    Que su alma buena descanse en paz, querido profesor Fermín.

    El Mácaro, 27 de mayo de 2015

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